HOMENAJE A GASCAS, 7 DE AGOSTO DE 2010

 

Discurso de D. Julio Gascón Herreros

             Familia, Gasqueños todos:

            Algunos de vosotros recordaréis, que el año pasado en la Iglesia de la Olmedilla, me despedía con la esperanza y el deseo de que algún día, pudiéramos festejar la inauguración del nuevo Gascas, por que a partir de este día, este monumento es Gascas.

            Sean mis primeras palabras de agradecimiento al Ayuntamiento de la Olmedilla, a la Junta de Comunidades y a todas las personas que de una u otra manera han contribuido a hacer realidad mi sueño y el de tantos otros Gasqueños.

            Dicen, que el tiempo lo pone todo en su sitio; pues han tenido que pasar mas de sesenta años, para que Juan Ávila Francés haya tenido la potestad y la buena voluntad, de hacer que la Diputación de Cuenca nos hiciera este regalo a los Gasqueños; regalo que debieron y no quisieron hacernos aquellos que allá por los años cuarenta, vinieron con sus propias leyes y la fuerza del agua a usurpar el pueblo de Gascas. Si: les llamo usurpadores, por que sé, que es el calificativo que corroboráis todos los Gasqueños sin excepción alguna.

            Creo no equivocarme al pensar que la mayoría de vosotros al acercaros a este lugar y ver por primera vez este monumento, habéis tenido un recuerdo para aquellos que nunca lo podrán ver.

            Yo por mi parte, quiero deciros que estos últimos días según se aproximaba la fecha del día de hoy, sin yo proponérmelo, he tenido la mente totalmente ocupada, por Gascas y Gasqueños: por eso, me ha sido fácil recordar e imaginar, mucho de lo acontecido y vivido por las buenas gentes de Gascas en aquellos años cuarenta.

            Me ha sido muy fácil recordar, a un hombre bueno a la puerta de su casa, enganchando su mula al carro, cargado de muebles. Me ha sido fácil imaginar, saliendo del pueblo a aquel hombre tan grandullón como buena persona, haciendo grandes esfuerzos para poder tragarse sus propias lágrimas. Me ha sido fácil recordar aquel carro por el camino, atravesando los pinares de Barchín y Nabodres, por que detrás de aquel carro iban andando una mujer rodeada de sus cuatro hijos; era un viaje sin retorno, era un viaje lleno de amargura e incertidumbre por que iban a vivir a un pueblo que no habían visto nunca, iban a convivir con gentes a las que no conocían.

            Casi treinta años después, dado que el nivel de las aguas del pantano era muy bajo, aquella buena mujer quiso acompañarme a visitar Gascas. Cuando bajamos por el camino, pude ver sus primeras lágrimas a la altura del cementerio; pude entrar y parar el coche en la plaza del pueblo y al instante pude escucharle entre sollozos y lágrimas decir… “esta es la casa de la Tía Josefa y esta mi casa, esta es nuestra casa, esta es mi casa”. Me pidió que nos acercásemos aquí a los hontanares, donde se repetía la escena, mira… “esta es la huerta de la Martina, esta es la de mi Tío Vicente y esta es mi huerta, esta es nuestra huerta” y yo le dije madre “déjelo ya, por que aquí ya no tenemos nada, de aquí ya nada es nuestro” me contestó rápida y con cierta templanza diciendo… “mientras yo viva, este será mi pueblo, mi casa y mi huerta, por que yo no lo vendí, a mí me ofrecieron las cuatro perras que no tuve mas remedio que coger, me hicieron firmar lo que a ellos les dio la gana y el agua me expulsó de mi casa y mi pueblo” (eso se llama usurpación).

            Ninguno de vosotros me ha leído ni a mí ni nadie me ha escuchado decir, una sola palabra en contra de la construcción de esa presa, por que sé, que este enorme pantano es una enorme riqueza de la cual se beneficia buena parte de este país, por que sé que el poder tener controlados mas de mil hectolitros cúbicos de esa riqueza y durante toda la vida, vale millones de veces mas que lo que valía Gascas y su huerta, pero por eso, si me habéis leído y oído decir que Gascas, pudo y debió tener un trato mas justo, al menos debió tenerlo, semejante al que después tuvieron otros en las mismas circunstancias y que yo he conocido, como son, Benajeber, Tous, y Arenoso, pero a Gascas por ser el primero, le tocó bailar con la fea.

            Mirad esto: es original, quizás no sea yo el único que la conserve; es la carta que en Almodóvar del Pinar, recibió mi abuelo Gregorio en el año cincuenta y cuatro. Leyéndola despacio, a mi esta carta me dice, que alguien debió sentir vergüenza al comprobar, que cinco años después de que la fuerza del agua sacara a los Gasqueños de sus casas, muchos de ellos estaban viviendo en chabolas y quizás esa vergüenza, les llevó a firmar un Decreto-Ley el cual dice que a los Gasqueños ha de hacer efectiva una indemnización extraordinaria. Dicho Decreto, fue firmado el veintiséis de octubre del cincuenta y uno.

             Tuvieron que transcurrir mas de tres años para que a alguien le remordiera la conciencia y por fin decidieran hacer efectiva dicha indemnización, por eso, el día once de diciembre del cincuenta y cuatro, mandaron a todos los Gasqueños una carta como esta, en la cual se les dice que la indemnización que se les ha concedido deben pasar a cobrar el día veintiuno del mismo mes y año en el Ayuntamiento de Olmedilla de Alarcón.

            Fijaros la fecha: veintiuno de diciembre; quisieron hacerlo bonito y darles a los Gasqueños un “aguinaldo” por Navidad en concepto de indemnización extraordinaria.

            Es seguro, que a los Gasqueños les debió venir muy bien, pero también es seguro algo que la carta no nos dice, y es, que dicha indemnización fue de tal cuantía, que aquellos pobres que llevaban ocho años viviendo en “chabolas, otros tantos años después, seguían viviendo en ellas.

            Decíamos que el tiempo lo pone todo en su sitio y dicen, que el tiempo cura todas las penas, pues con el tiempo todos los Gasqueños, supieron sobreponerse y con el tiempo todos, mas o menos veces, antes o después, todos con el tiempo hemos vuelto a Gascas y todos hemos dicho… “ este es mi pueblo, esta es mi casa”. Sin embargo, los habrá que puedan venir con papeles en la mano y que puedan decir… está registrado, este pueblo, estas tierras nos pertenecen; pero los “usurpadores” jamás tendrán esa fuerza moral suficiente, para decir este es mi pueblo, esta es mi huerta, por que esa fuerza moral, sólo podemos tenerla los Gasqueños.

            Quizás cuando el nivel de las aguas sea muy bajo, puedan venir de nuevo con sus propias leyes y prohibirnos a los Gasqueños arrancar un junco o sembrar un puñado de habichuelas en nuestra huerta y cuando vengamos aquí cada año, prohibirnos hacer una lumbre para asar carne o guisarnos unas “gachas”, pero a mí a partir de este día y mientras Dios me lo permita, no me van a prohibir estar aquí en Gascas, cada primer sábado del mes de agosto a la salida del sol, aunque sólo sea con un jamón y media arroba de vino, para compartir con todo el que se me acerque y me diga buenos días, espero que seáis muchos, y con esa promesa, me despido hasta el año que viene; un abrazo a todos y muchas gracias.

 En Gascas, a 7 de agosto de 2010